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domingo, 25 de abril de 2010

Historia del arco de San Mamés

Cuando en 1950 la Directiva presidida por Enrique Guzmán tomó las riendas del Athletic, convocó un concurso de ampliación y reforma de San Mamés; ganó el equipo equipo formado por los arquitectos José Antonio Domínguez Salazar (San Sebastián, 1911), Ricardo Magdalena Gayán y Carlos de Miguel González (Madrid, 1904-1986), y el ingeniero Carlos Fernández Casado (Logroño, 1905-Madrid, 1988).

El ingeniero Carlos Fernández Casado a pie de obra
Entendían los autores del proyecto –de 1951– que la tribuna era la pieza clave del conjunto, y su importancia había de ser tal, que dominara y definiese toda la parte arquitectónica del futuro campo. Querían hacer –ajustándose a las limitaciones económicas del Club– algo original y audaz: construir la cubierta de hormigón armado más grande del mundo. En EE. UU. los hangares para aviones B-52 en Lake City y Limestone tenían 104 metros de luz libre, y la cubierta del estadio de Montgomery 114 metros de luz teórica, pero rebajada a 87 por dos apoyos intermedios. En Europa el hangar de Marignane (Francia) sólo tenía 101,50 metros.

Las empresas constructoras que comparecieron al concurso de obra no querían pillarse los dedos (sólo el andamio empleado en Limestone costó cien mil dólares) y presentaron unos presupuestos más elevados que los anticipados en el proyecto. El Club pidió también bajar el borde delantero de la cubierta para evitar que en días desapacibles de viento y lluvia se mojasen los espectadores de la tribuna alta. Se imponía la 'solución metálica', que en principio habían descartado los autores, a causa de las dificultades en el suministro de materiales. Las conexiones personales de miembros de la Directiva con Altos Hornos de Vizcaya, S.A. permitieron subsanar todos los inconvenientes. En la construcción de la nueva tribuna se emplearon 360 toneladas de hierro y 3.800 de cemento, junto a 6.000 metros cúbicos de arena y 10.000 de gravilla de caliza. Se obtuvo un hormigón de gran resistencia y magnífico aspecto externo, que permitió incluso el abujardado directo de toda la fachada.

El proyecto inicial consistía en una superficie cilíndrica de losas curvas de hormigón armado, apoyadas sobre arcos del mismo material, estribados en los muros de costado de la tribuna; posteriormente se modificó en dos arcos atirantados apoyados en los mismos, desde los que cuelga una cubierta plana inclinada hacia fachada. El tablero de la techumbre está dispuesto en vigas transversales cada seis metros, con tres puntos de sustentación: dos intermedios sobre los tirantes y una extremidad empotrada en los pilares de fachada. Los arcos, de 115 metros de luz, soldados a los elementos fundamentales de la cubierta, forman pareja arriostrados por cruces de San Andrés, distanciándose 6,60 m. Son arcos atirantados, apoyados en los extremos mediante articulación fija en uno y de libre deslizamiento en el otro. Todos los elementos son de sección rectangular.

Las obras empezaron el 23 de enero de 1952; en mayo, una vez jugados los encuentros de Copa, comenzó la obra en toda su amplitud con el derribo de la tribuna, pues mientras hubiera partidos se fijó como premisa interferir lo menos posible en las localidades de la vieja tribuna y preferencia, y al inicio de la Liga habilitar, como mínimo, los asientos de la nueva preferencia y tribuna baja. La actual tribuna principal –una innovación en aquella época y la más grande de Europa en su género– se inauguró oficialmente en mayo de 1953. Era la primera vez que se empleaba la tipología de arco o bowstring en una estructura deportiva. En su realización –en condiciones meteorológicas extremas, que entorpecieron y retardaron los trabajos–, intervinieron varias empresas vizcainas: Basconia, S.A. de Basauri, que ejecutó la estructura metálica; el montaje lo llevó a cabo la Sociedad Ibérica de Montajes Metálicos, S.L., de Bilbao; y la constructora Isidro Castellanos, S.A. efectuó el resto de la obra.

El arco de San Mamés en 1953
Hasta la inauguración del Guggenheim, sólo dos obras nuestras: el Puente 'Vizcaya', de Ferdinand Arnodin y Alberto de Palacio, y la tribuna de San Mamés, aparecían en las grandes publicaciones internacionales de historia de la Construcción; no había más citas bilbainas, ni vizcainas siquiera, en las obras de referencia. Si alguien pretendiese la destrucción en Bilbao de una obra –en caso de que la hubiera–, de Gaudí o Eiffel, originaría un escándalo mayúsculo pues se trata de dos celebridades; el arquitecto Domínguez Salazar y el ingeniero Fernández Casado, –que volvieron a colaborar en otra instalación deportiva, el Picadero cubierto de la Real Sociedad Hípica Club de Campo de Madrid– también son dos grandes constructores del siglo XX. A la inmensa mayoría de la gente estos nombres no les dicen nada, como tampoco les suenan los de Aalto o Nervi. Domínguez Salazar, que aún vive, construyó también el edificio de oficinas de Firestone, en Galdakano (1967).

La tribuna de preferencia de San Mamés, llamada principal, es un bien de interés cultural por su valor histórico, artístico, técnico y social –por lo tanto merecedora de protección y defensa–, que debe ser calificada e inventariada en la categoría de monumento. Desde las instancias oficiales: Ayuntamiento, Diputación Foral y Gobierno Vasco se deberían adoptar las medidas cautelares necesarias, amparándose en el artículo 2º de la Ley 7/90 de Patrimonio Histórico-Artístico, de Regulación del Patrimonio Cultural Vasco, para incoar la tramitación del expediente de calificación.