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martes, 20 de septiembre de 2011

Manolo Morán, una vida dedicada al Athletic Club

(Entrevista publicada en el diario Deia por José L. Artetxe - 17/09/11)

"Hice 57 años en el Athletic, entré con pantalón corto y solo salí para hacer la mili"

Serán contadas las personas que conozcan el Athletic por dentro mejor que él. En todo caso, puede presentar un aval único: 57 años de servicio al club y diez más de propina, porque tras su jubilación ha continuado aportando su exquisito sentido del orden y de la prudencia

Manolo Morán, exsecretario general y exdelegado del Athletic Club

Tiene a gala haber trabajado para 12 presidentes distintos, pero su memoria se recrea con los antiguos, tiene más frescos los tiempos de Enrique Guzmán o Félix Oraá. Acaso porque fue testigo privilegiado de los grandes pasos que entonces dio el Athletic para convertirse en la entidad que hoy en día es.

Para contar quién es Manolo Morán, lo mejor será ir al comienzo.

Salí de la escuela con 14 años, mis padres trabajaban los dos, mi madre como cocinera, mi padre había perdido en la Guerra el negocio y algo más. Mi madre conocía al que entonces era el presidente del Athletic, Roberto de Arteche, y empecé como pinche en el club. Era el año 45. Entré cuando la sede estaba en la Calle Ayala. Hacía los recados. Solo había una máquina de escribir y había que hacer cola para usarla. Tras varios años se logró que un directivo se decidiese a comprar otra máquina. Costó 14.000 pesetas. Con dos se podía hacer algo mejor el trabajo.

Así empezó lo que ha sido su vida, siempre vinculado al club.

Entré con pantalón corto y ya no salí del club, salvo para ir a la mili. Empecé en 1945 y estuve hasta 2002, hasta mi jubilación. Son 57 años.

O sea que ha vivido desde dentro la mitad de la existencia del Athletic, pero también algo más, ¿verdad?

Voy con el Bilbao Athletic, algo que empecé en el 70 en calidad de representante de la Junta. No hay nadie con mi antigüedad, pero ha habido otros empleados que han estado muchos años. Por ejemplo, Julio Lamana, quien entró más tarde y también se fue antes, lo cual me permitió acceder al puesto más alto al que podía aspirar, la secretaría general del club.

Volviendo al inicio, ¿qué eran esos recados que usted hacía?

Pues, por ejemplo tenía que ir cada quince días a un centro comercial del Casco Viejo a recoger artículos de primera necesidad, hablo de jabón para limpiar la ropa y café que los jugadores tomaban en los partidos. Las autoridades de entonces concedían vales para ello. Otra concesión era la de un cupo de pan porque en los hoteles no había y había que llevarlo cuando se jugaba fuera. Quien daba esos vales era el estamento militar, claro. Luego fui teniendo otras responsabilidades. Estaba el asunto de las cuotas sociales, un proceso que se iría modernizando...

Se refiere al carné de socio.

Sí, la cuota anual que se abonaba. Se hacían de una en una, a máquina y se cobraban personalmente y a domicilio. Me tocó hacer ese servicio, casa por casa. Para las cuotas mensuales había un cobrador específico.

¿Cuántos socios tendría el club?

Al llegar yo, unos 4.000. Fue subiendo poco a poco. En el mandato de Enrique Guzmán todo empezó a modernizarse. El club estaba en una situación angustiosa, con un campo de risa y se hizo un proyecto de ampliación que ganó una tripleta de arquitectos madrileños, lo que generó algunas protestas, pero así fue. El costo previsto era de 16 millones de pesetas. Estamos ya en el 52. El Athletic no tenía ese dinero y se pide a los dos bancos y las dos cajas de Bilbao, que colaboraron con cuatro millones cada una. Al final la operación salió por 20, con los intereses.

¿En qué consistió la obra?

La Tribuna Principal era de madera, con capacidad para 2,000 personas y sin numerar, salvo las dos primeras filas. La gente quería una localidad numerada. La de La Misericordia creó que se acabó en el 47, cuando vino el San Lorenzo de Almagro y entrarían unas 3.000 personas. El aforo total de San Mamés sería de 22.000, pero es que en la General, de pie, entraban ni se sabe cuántos, era un desastre cuando venían el Madrid o el Barcelona.

Ha mencionado la visita del San Lorenzo, que fue un hito.

Ese partido fue el no va más, se empató a tres y se jugó sobre un arenal. El primero de enero el Athletic había jugado con el Castellón, le metió seis y cayó una lluvia torrencial. Se acababa de poner hierba nueva y el campo quedó destrozado para cuando llegaron los argentinos. El que mandaba en el San Lorenzo era Angel Zubieta.

Zubieta, un personaje, según dicen.

Solo le vi dos o tres partidos y creo que ha sido el mejor jugador de la historia del Athletic. Solo así se entiende que jugase en aquel equipo, con aquellos futbolistas y que fuera la figura. Luego, mayor ya, con 34 años, volvió al Athletic porque conservaba sus derechos de formación, pero el entrenador de turno no le quiso y fue traspasado al Deportivo.

En los 50 el Athletic dio un salto importante en el capítulo social.

Hubo una entrada masiva de socios. Se quiso quitar la Tribuna Norte y se mantuvo porque hacía falta para satisfacer la demanda. Más adelante se levantaría nueva con el nombre de Jesús Garay. Con la junta de Guzmán se dio un vuelco a todo…

¿Cuántos presidentes ha tenido?

Doce, el último fue Javier Uria.

Siga, siga con lo de Guzmán.

Hubo más ingresos gracias a las obras del campo y los jugadores querían ganar más. Le sucedió Javier Prado. En el Athletic el relevo presidencial era muy simple, al anterior le sucedía su vicepresidente, no había elecciones como ahora. Aunque se critique esa fórmula, era como era y funcionaba.

Esas mejoras que dice también afectarían a los empleados del club.

Se incorporó más personal y máquinas eléctricas. El secretario general era Antonio de Gorostiaga, con el de, que así le gustaba a él. Por cierto, había un jugador que acordaba la ficha con él, era Eneko Arieta, los demás negociaban con la directiva.

Sería interesante ver cómo se arreglaban los temas de dinero.

En el Athletic ganaban menos que en el Madrid o en el Barcelona. En el 50 cuando España fue a Río de Janeiro se les hizo un contrato de cinco años a Zarra, Panizo y Gainza, pero solo Gainza lo cumplió, a los otros se les fue acabando la gasolina. Ahí se vivió un proceso difícil, el equipo de los 40 estaba fundido y había que renovar. Guzmán fue decisivo. Dejó de entrenar Antonio Barrios y vino Daucik, a quien el Barcelona rescindió el contrato por perder la Copa con el Valencia. Daucik fue un revulsivo. Se le ganó la Liga al Barcelona, con gol de Maguregui, el 8 de abril del 56. Luego se fue a jugar a Vitoria y vendieron tantas entradas que la gente, yo mismo, tuvimos que bajar al césped, así que se suspendió y se jugó al día siguiente.

Parece que Daucik le cautivó.

Vino por 300.000 pesetas, don Fernando, que gastaba sombrero. Tuvo éxitos pronto y fue pidiendo más dinero. Luego pasó lo de siempre, vino el lío. El Espanyol nos había eliminado de la Copa y se organizó un amistoso con un equipo inglés, el Burnley. Daucik hizo todos los cambios, también retiró a Carmelo que se quedó en el banquillo, pero se produjo una lesión y no se le ocurrió más que ponerle a Carmelo de delantero. Menudo follón se montó. Se perdió 1-5 y aquello le supuso la anulación del contrato, pero no tuvo costo para el Athletic porque vino el Atlético de Madrid a ficharle.

Algo más habría que el escándalo de aquella tarde, era un amistoso.

Pues no. Ya llevaba tres años, pero aquella temporada fue la del Honved y el Manchester United. Vino Baltasar Albeniz, con el que en la Liga ni fú ni fá, pero de repente se ganó la Copa, la de los Once aldeanos. La Federación Española rompió la norma de utilizar un campo neutral para la final. Franco se solía desplazar a Barcelona, pero dijo que no viajaba y se propuso El Metropolitano, el campo del Atletico de Madrid. La junta del Athletic se negó y se hicieron gestiones al más alto nivel, pero en balde y fue cuando Guzmán dijo que jugaríamos en Madrid, pero en Chamartín. Ese fue mi segundo viaje a Madrid. El anterior fue en la final que se le ganó al Sevilla. El Athletic nos llevaba a los empleados en un autobús distinto al del equipo.

Pero allí estaban, en la final.

Pero íbamos a trabajar porque las entradas había que repartirlas en Madrid a los seguidores del Athletic. En Bilbao se hacía la lista y luego se distribuían y se cobraban. En la del Sevilla recuerdo que en Madrid estuvimos en el Hotel Nacional, que ya no existe, y algunos socios nos invitaban. Vino uno que sacó una botella de champán. Ese día bebí champán por primera vez en mi vida.

Se ha referido a lo que cobraban los jugadores, ¿y los empleados?

Ganaría entonces 750 pesetas. En el 45 empecé ganando 110. Eran sueldos más bien cortos.

¿Y cómo era el trato con aquellos presidentes y directivos, pertenecientes a la clase alta?

Eran hombres muy serios. Luego ya conocí presidentes más campechanos. Con Félix Oraá hubo cambios en todo, se acometió una nueva reestructuración del club. Se puso la figura del gerente, que fue José Ignacio Zarza, un hombre de enorme movilidad, y se fundó Lezama. Su etapa coincidió con las Bodas de Diamante del Athletic y hubo un torneo de enorme éxito, con el Bayern Munich de Torpedo Müller, el Madrid y el Rapid de Viena. Para entonces, ya antes con Eguskiza, yo tenía más atribuciones. Se hacía de todo, yo hice hasta de árbitro.

¿Cómo fue eso?

Es una anécdota. El Athletic no tenía equipo de juveniles y para captar chavales se organizó un torneo en cuatro campos: Artxanda, La Peña, Deusto y no recuerdo el cuarto. Fui de delegado a La Peña y el árbitro se negó a arbitrar, nevaba y dijo que aquello era un patatal. Le presioné diciendo que si hacía falta, arbitraba yo. Tuve que pedir un reloj para hacerlo. De aquello salió el primer juvenil, en el 60, donde jugaban Fidel Uriarte y Fernando Ochoa, el que luego sería gerente. El segundo año ya entraron Aranguren, Zugazaga y Arieta. En Lezama también hubo un torneo con 80 equipos que a Ronnie Allen no le hizo gracia porque los campos quedaron destrozados.

Y ahí sigue Lezama nutriendo al equipo cuatro décadas después.

Había que hacer Lezama, igual que en otros momentos hubo que gastar en jugadores. Con Eguidazu el equipo llegó a la final de la UEFA, con aquel árbitro, Linemayer, de infausto recuerdo. Después Linemayer volvió a Bilbao como delegado UEFA y le acompañé a cenar. Estábamos en el Rogelio y entró Koldo Agirre, que le reconoció y en buen tono le reprochó lo ocurrido contra la Juventus.

¿Cuándo se convierte usted en el secretario general del club?

Fue Pedro Aurtenetxe quien me aupó a ese puesto, a raíz de la jubilación de Julio Lamana. A los asuntos rutinarios estaba hecho y no tuve problemas para asumir otras labores, como revisar los reglamentos. Hay que estar muy atentos para evitar problemas, pues a veces ni las federaciones interpretan con acierto lo que está escrito.

Escribir, y a mano, es lo que usted aún hoy continúa haciendo para registrar las fichas de los partidos.

Sí, del primer equipo y del Bilbao Athletic. Siempre se ha hecho, desde la primera Liga, en el 28. Ya he llenado ocho tomos. Es un archivo histórico que hoy no sería necesario porque se lleva un control con ordenadores, pero yo sigo y espero que cuando la palme, que con 80 cumplidos no faltará mucho, alguien tome el testigo. Sería una pena que se cortase con esta tradición.

También ejerció de delegado de San Mamés en los partidos del Athletic.

Es que Lamana no podía con todo y empecé yo, creo que fue con Beti Duñabeitia de presidente. Lo compaginé con la secretaria general con Aurtenetxe y Lertxundi y lo dejé con Arrate.

¿Por qué?

Bueno, no es importante la razón, lo quise dejar y ya está.

En alguien como usted, la fidelidad es la cualidad básica. Ha sido testigo de miles de sucesos y a veces conviene guardar silencio.

Eso de la fidelidad que dice es la leyenda que tengo grabada en el reloj que el club me regaló cuando cumplí 50 años a su servicio.

Y sigue en la brecha.

Hasta que se cansen definitivamente de mí. Ni he hablado con la nueva Junta Directiva, pero sigo yendo con el Bilbao Athletic. En verano coincidí en un encuentro con Josu Urrutia y me dijo que él se volvía para casa y que me dejaba al mando de todo. La vida sigue.