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lunes, 7 de noviembre de 2011

Los Inolvidables: Cedrún

Los periodistas Jon Agiriano y Miguel González San Martín han reunido bajo el titulo 'Los Inolvidables' un conjunto de entrevistas a jugadores historicos del Athletic Club

'Yo defendía mi propiedad'

«Siempre he pensado que aquel equipo nuestro podía haber ganado más títulos de los que ganó»



6 de marzo de 2011

JON AGIRIANO , MIGUEL GONZÁLEZ SAN MARTÍN

Portero de leyenda a mediados del siglo pasado, campeón de Liga y triple campeón de Copa con el Athletic, Carmelo Cedrún destacó por su corpulencia, su agilidad, su insuperable capacidad de trabajo y su acusadísimo sentido de la propiedad. El área era suya y de nadie más. Estaba tan convencido de ello que llegó a ser temible en las salidas. «Cuidado con el portero». Durante 13 temporadas el área del Athletic debió tener ese cartel a modo de aviso. Algún periodista con malas digestiones le llamó asesino. No se merecía el insulto este baserritarra de Orobio con unas condiciones tan portentosas para el fútbol que saltó de Primera Regional a Primera División sin estaciones intermedias, pero lo cierto es que hasta sus propios compañeros le tenían más miedo que a un nublado y, cuando le veían arrancarse, le pedían, por favor, que distinguiese bien entre amigos y enemigos. «Se apartaban como si pasara la ambulancia, ja, ja», se ríe Carmelo, sentado en la terraza del Gran Hotel de Durango, a unos metros de su casa.

El hombre que sustituyó a Raimundo Pérez Lezama bajo los tres palos del Athletic y los defendió hasta que José Ángel Iribar heredó su puesto se conserva estupendamente a sus 80 años. De hecho, como informa con orgullo, se mantiene en el mismo peso de su época de jugador: 85 kilos. Carmelo, padre de Andoni Cedrún, es un conversador vehemente, imaginativo y torrencial. Escuchándole, se tiene la sensación de que se lanza a por los recuerdos como lo hacía a por los balones que le llegaban por alto. De modo que la película de su memoria -más allá de algún fallo de 'racord' convenientemente corregido por los entrevistadores durante el montaje- no puede ser más interesante.

- ¿Cuándo y dónde empezó a jugar al fútbol?

- Empecé a jugar de niño, en las huertas de Orobio. Y luego, más en serio, en el colegio, en los Jesuitas de Durango.

- Tenía usted seis años cuando estalló la Guerra Civil. ¿Qué recuerda de aquello?

- Recuerdo que, cuando bombardeaban, nos metíamos debajo de un puente. En el Mugarra tiraron muchas bombas. Y recuerdo ver pasar los autobuses y las camionetas con los heridos, llenos de sangre. Aquello fue terrible.

- Empezó usted como delantero centro.

- Sí. Jugué de delantero hasta que un día se nos lesionó el portero. Una botella de gaseosa, de aquellas que tenían la bolita, se le reventó y le partió la mano. Y me puse yo porque era el más alto.

- Y le gustó.

- Me encantó. Enseguida vi que tenía cualidades.

- Destacó muy pronto y se fijaron en usted los dos grandes clubes de la comarca, la Cultural y el Amorebieta.

- Sí. Y firmé por el Amorebieta porque el portero de la Cultural me daba miedo.

- ¿Miedo?

- Era una bestia. Le cabían doce huevos en cada mano. A ese no le quito el puesto nunca, pensé.

'Rapto' en Oviedo

- Usted destaca en el Amorebieta, pero el primer equipo grande que se interesa por usted no es el Athletic, sino el Oviedo.

- Es verdad. El Oviedo vino a buscarme y fui para allí con el presidente del Amorebieta y con mi cuñado. Pedimos un dinero y dijeron que era demasiado, que no podían darnos tanto. Pensamos que ya no había nada que hacer, pero me pidieron que me quedase a hacer una prueba en un partido de suplentes contra titulares. Y la verdad es que me salió un partido buenísimo. De vuelta al hotel, nos llamaron para que a las ocho estuviésemos sin falta en el club. Todos pensábamos que iba a fichar por el Oviedo, pero cuando salimos del hotel un coche se paró delante de nosotros. Me agarraron y para Bilbao.

- A ver, a ver, ¿qué es eso de que le agarraron?

- Salió un hombre del coche y nos dijo que montáramos, que teníamos que regresar a Bilbao para fichar por el Athletic.

- O sea que el Athletic también le estaba siguiendo y tenía un espía en Oviedo.

- Claro, claro.

- Y usted feliz, naturalmente.

- Ni me lo creía. ¡Pasar de Primera Regional a Primera División! Yo es que no jugué ni en Tercera.

- ¿Cómo fueron sus primeros días en el Athletic?

- Los primeros días no podía ni dormir. En el vestuario me quedaba en una esquina de las duchas. Me imponía una barbaridad estar delante de Zarra, de Panizo... Luego, poco a poco, te vas haciendo. Ellos me animaron mucho. Venancio era un cachondo terrible; y Telmo, un fenómeno. 'No te preocupes, que son mucho peores que tú', me decía. Aquel año entraron conmigo Orue y Garay.

- Siempre ha confesado su deuda con Josetxu Iraragorri.

- Es que le debo muchísimo. Era muy serio y muy majo. Me pegaba unas palizas tremendas en los entrenamientos, salía baldado. Los de esta zona, Garate, Arieta y yo, cogíamos el autobús en La Misericordia, íbamos hasta Atxuri y allí cogíamos el tren. Yo me bajaba en Euba y allí tenía la bicicleta para subir hasta el caserío. A veces no podía ni dar pedales.

- ¿Cómo fue su debut?

- Fue contra el Sevilla. Los periódicos empezaron a hablar de ello el miércoles y el viernes me lo dijo Piru: 'Tienes que demostrar lo que eres, ni nervios ni leches. Es tu oportunidad'.

- Lezama era el titular. Lo llevaba siendo una década. No tuvo que ser fácil quitarle el puesto.

- Lezama era buenísimo. Lo que pasaba es que estaba un poco loco, ja, ja. 'Hoy ya veras tú, aldeano, las voy a parar todas', me decía. Y era verdad. Ese día no había quien le metiese un gol. En aquel momento, creo que Lezama tuvo mala suerte. En un partido contra el Valladolid, le chutaron desde medio campo, él dejó pasar el balón pensando que iba fuera, pero pegó en el larguero, le rebotó en la cabeza y entró. Al siguiente partido, jugué yo. Me tocó jugar seguido contra Sevilla, Barcelona y Madrid. Lo hice bien y ya me quedé de titular.

- Tuvo que resultar muy sorprendente que un chaval de 21 años quitase el puesto a un mito como Raimundo Pérez Lezama.

- Yo creo que Lezama perdió el puesto por su culpa. Era mejor que yo, tenía mucha experiencia y encima estaba en una edad perfecta, con 28 o 29 años. Pero entrenaba mucho menos que yo.

- ¿Le dio apuro quitarle la titularidad?

- Le tenía tanto respeto que salía al campo detrás de él y en la foto del equipo me ponía a la derecha, como si fuese el suplente, ja, ja.

- José Ángel Iribar nos dijo que, cuanta más presión tenía el partido, jugaba mejor. Su confianza en sí mismo era total. ¿También la suya?

- Sí. Yo también tenía una gran confianza en mí mismo. Yo salía al campo pensando: 'A estos me los como'. 'Estos no me meten un gol ni borrachos'.

- ¿De qué porteros aprendió más?

- En mi época hubo unos porteros formidables. Yo aprendí fijándome en Lezama, Ramallets, Bustos, Eizaguirre, Juanito Alonso...

El jersey negro

- Usted fue un portero sobrio hasta en la vestimenta, siempre de negro.

- Sí. Llevé un jersey negro más de seis años. Cuando se me rompía, me lo remendaba mi madre. También me hacía los guantes. Siempre tenía seis pares.

- Lo de seguir con el mismo jersey lleno de remiendos sería superstición.

- Claro. Al final me lo tuve que quitar porque se me quedó corto.

- Iribar heredó su sobriedad y también el gusto por el negro.

- Sí. Iribar se parecía bastante a mí, pero era más elegante que yo.

- Se hizo usted famoso por sus salidas. Daba miedo. Hubo algún cronista que le llamó asesino.

-Nunca hice caso a los que decían eso. Yo defendía mi propiedad. Nunca he entendido a los porteros que se quedan petrificados y no salen. Me ponen negro. Pero que conste que a mí no me han pitado un penalti en la vida. Es verdad que a algunos les daba miedo. Cuando yo decía «mía, mía», se apartaban todos como si pasara la ambulancia, ja, ja. Antes de los partidos, Orue y Garay siempre me decían que les pegara a los otros, no a ellos.

- Algunas veces, sin embargo, no calibró bien y lesionó a algún compañero.

- Fue a Sertucha y a Orue, que no se apartaron y chocaron contra mí.

- ¿Para ser un portero hay que estar un poco loco?

- Tonterías. Yo creo que somos los más cuerdos. Es un puesto de mucha responsabilidad.

- Aparte de ser duro con los demás, también lo era consigo mismo. Jugó cinco partidos con un dedo roto.

- Sí. Y nadie se enteró. Me lo rompió Arieta de un balonazo a dos metros. Aquellos me tiraban a matar. Como yo también les daba, ja, ja, en los entrenamientos me fusilaban. Artetxe era el peor.

- ¿Por qué decidió seguir jugando?

- Íbamos primeros y no quería que le echasen la culpa al otro si perdíamos la Liga.

- ¿Qué le dijo el médico?

- Al médico no le dije nada.

- Algo haría.

- Cuando volví a casa metí el dedo en el río Oiz. El agua estaba helada y me vino bien. Jugué el siguiente partido, pero me seguía doliendo mucho y fui al veterinario de Amorebieta, que era muy amigo. Me dijo que lo tenía roto y que no podía seguir jugando, pero aguanté otros tres partidos y, cuando ya no pude más, fui donde el doctor Mújica. Le dije que tenía el dedo roto y recuerdo que se rió. «Mira que eres aldeano, ¿cómo lo vas a tener roto?», me dijo. Pues lo tenía.

- Hablemos de los grandes momentos de su carrera. El primero no fue alegre que se diga. El Barça les ganó la final de Copa de 1953.

- Me quedé muerto. No salí de Orobio en todo el verano. Esa final nos la ganó Kubala. Y tampoco tuvimos suerte. Pudimos empatar en el último minuto, pero Panizo desvió sin querer un tiro de Piru que iba a gol.

- La primera gran alegría llegó dos años después.

- Sí. Fue una gran final. El Sevilla hizo un gran partido. Tenía muy buen equipo, con aquel navarro que jugaba de interior...

- Arza.

- Ese. Nos dio muchos problemas. El partido fue muy igualado, pero pudimos aprovechar el gol de Uribe y ganar.

- Y al año siguiente, el doblete.

- La verdad es que teníamos un equipazo. ¡Es que aquellos metían goles como 'sarama'! Artetxe, Markaida, Arieta, Uribe, Gainza... En los partidos grandes, Arieta era el mejor. Para mí ha sido el mejor delantero que he conocido. Le faltaba la regularidad de Zarra porque era propenso a engordar, pero lo demás lo tenía todo.

Grandes recuerdos

- Tuvo la suerte de coincidir con dos equipos históricos, el que venía de los años cuarenta y el de los 11 aldeanos. Todo un privilegio.

- Y tanto. Eran dos equipos diferentes. El primero era más señorito. Jugaba muy bien en San Mamés y en los buenos campos, donde había mucha gente, en el Bernabéu, el Camp Nou, el Metropolitano, el del Valencia... En los demás campos ganaba Zarra, que no fallaba nunca. Yo creo que el segundo equipo era más completo. El centro del campo y la defensa eran mejores. Siempre he pensado que aquel equipo nuestro podía haber ganado más títulos de los que ganó. Nos faltó un entrenador que nos hiciera trabajar más.

- ¿No les exigía lo suficiente Daucik?

- Daucik era el mejor técnicamente y veía el fútbol de maravilla; pero de entrenar, poco. El grandísimo nivel de aquel equipo se vio en la Copa de Europa contra el Oporto, contra el Honved de Puskas, Czibor y Kocsis, y en la eliminatoria contra el Manchester...

- La del famoso partido de la nieve.

- ¡Qué mala suerte tuvimos! Aquí íbamos 5-2 y Whelan nos marcó el 5-3 a cinco minutos del final. Mira, con Whelan coincidí en Estados Unidos y jugamos juntos. Fue uno de los que se salvó del accidente de avión. Pero lo peor fue en el partido de vuelta. El delantero centro aquel, no recuerdo cómo se llamaba...

- Taylor.

- Ese. En una pelota que me dio tarde Garay, me pegó una patada que me rompió el hueso. Y entonces no había cambios. Piru quiso ponerse de portero, pero al final me vendaron con una astilla y me quedé yo. Nos marcaron 3-0 al final. De haber estado bien, la hubiese parado.

- Tuvo que ser duro.

-Yo lloraba. No sabía lo que hacer y me pasaba el rato leyendo novelas de rodeo. Tenía la sensación de que había sido culpa mía. Fue una oportunidad tremenda de ser campeones de Europa. Nos lo hubiésemos jugado contra el Madrid en las semifinales.

- Para buen recuerdo, la final del 58.

- La verdad es que le teníamos comida la moral al Madrid. Hicimos un partido bárbaro, sobre todo los cuatro de atrás. Ellos estaban locos. Recuerdo que Di Stéfano se me acercaba en los córners y me decía: 'No jugáis ni potorro'. Y yo le decía que sí, que no jugábamos ni potorro pero que les íbamos a ganar. Y así fue.

- Para entonces Daucik ya no estaba en el Athletic. Se cuenta que su despido se precipitó el día en que le alineó a usted de delantero en un amistoso.

- Bueno, yo creo que ya lo tenía hecho con el Atlético. Lo que pasó aquel día es que hubo varios lesionados y, antes de jugar con uno menos, me dijo que me vistiera y saliese al campo. Menuda bronca se armó.

- Volviendo al Real Madrid. Dice que le tenían comida la moral, pero después de la final del 58 se tomaron cumplida venganza en los años posteriores. No habrá olvidado usted el 8-1 que les metieron en la Copa.

- ¡Cómo voy a olvidarme! Aquello fue un fallo total del entrenador, de Martim Francisco, el brasileiro. Después de haber ganado en casa 3-0 no se le ocurre otra cosa que salir al ataque en el Bernabéu. Ante el equipo que más corría del mundo, ¡nos pone con la defensa adelantada! En la segunda parte nos volvieron locos. Al acabar el partido fui donde él y le dije: 'Usted tiene la culpa'.

- De la misma manera que usted le arrebató el puesto a Lezama, Iribar se lo quitó a usted. ¿Ya se dio cuenta de que el Chopo venía tan bueno?

- Desde el principio pensé que tenía la gloria en su mano. Cuando llegó estaba un poco verde, pero me estudiaba, veía cómo entrenaba... En un año dio un vuelco bárbaro. Tenía unas condiciones extraordinarias.

- ¿Le costó dejar el Athletic?

- Muchísimo. Yo amaba el Athletic. Lo tenía dentro. La verdad es que la directiva no tuvo mucha mano derecha conmigo cuando dejé el club.

- Aquello era bastante habitual. Con Canito, por ejemplo, todavía tuvieron menos.

- Es verdad. Una carta y fuera. ¡Con lo que había sido Canito!

-¿Sigue yendo a San Mamés?

- Sí. Soy socio de honor, ja, ja, pero no me meto donde está la 'creme'. Voy a mi sitio, en la tribuna Gol Sur, la primera fila detrás de la portería.

- ¿Y cómo vive los partidos?

- Lo paso mal cuando pierden y juegan mal, claro, pero lo que me tiene negro es que no salgan jugadores vizcaínos. ¿Tienen que ser todos de Navarra?

Fin de carrera en los Baltimore Bays

- Tras su salida del Athletic fichó por el Español. ¿Cómo fue el cambio?

- Al principio se me hizo muy duro. Y eso que iba a ganar más de lo que había ganado nunca en el Athletic. Pero en Barcelona me recibieron de maravilla. Yo allí era un ídolo. La verdad es que le tengo mucho aprecio al Español. Hice muchísimos amigos. Después del Athletic es mi segundo equipo. El tercero es el Zaragoza. Por Andoni, claro.

- Aquel Español, además, era un buen equipo, con Kubala de entrenador y Di Stéfano de estrella.

- Es verdad. Teníamos un gran equipo. Aparte de Alfredo, estaban Amas, Rial, Re, Marcial, José María, Rodilla... Al Athletic le ganamos 1-3 en San Mamés con tres goles de Marcial.

- Por cierto, ¿cómo vivió su regreso a San Mamés?

- Muy emocionante. Me aplaudieron una barbaridad. La verdad es que la gente a mí me quería mucho. Yo lloraba. Siempre digo que, hasta que nos has jugado, no sabes lo que son el Athletic y 'La Catedral'.

- De ahí que no le haga a usted mucha ilusión el nuevo campo.

- Me da mucha pena que tiren San Mamés. Mucha. San Mamés tiene una leyenda bárbara que no va a tener el otro campo. ¡Cuántas veces les he preguntado a Kubala, a Puskas o a Di Stéfano qué campo les gustaba más y todos me decían que San Mamés! Yo creo que podían haberlo remodelado o ampliado, pero hay otros intereses...

- Uno de sus peores recuerdos en el Español fueron los cuatro goles que le marcó su amigo Koldo Aguirre.

- Bah. Les íbamos ganando 3-0 y se nos lesionó un defensa. ¡Pero si les pegamos un meneo!

- Háblenos de Di Stéfano.

- Ha sido el mejor futbolista que ha habido. Con diferencia. Lo hacía todo y abarcaba todo el campo. No habrá otro como él. Ni Messi, ni Ronaldo, ni nadie. Podía jugar de lo que quería. Hasta de central le he visto jugar de maravilla. Driblaba como el mejor, chutaba con las dos piernas, cabeceaba de miedo y no paraba durante la hora y media. Tenía una velocidad tremenda. Con 40 años todavía ganaba a todos corriendo, pero sólo si había apuesta de por medio, claro. Estuve tres años con él en el Español. Somos muy buenos amigos. Como persona era buenísima. Eso sí, en el campo de fútbol era horroroso. Su problema era que quería que todos jugasen como él, y eso no era posible. Durante los partidos lo mejor era ponerse guaté en las orejas para no oírle.

- ¿Y qué decía?

- Me venía y me decía: 'Aquí estoy, debajo de un puente. No me llega una pelota. ¡La concha que les parió!'. La verdad es que me reía mucho con él. «¿Pero tú qué esperas, que te la den al pie como en el Madrid? Esto es otra cosa», le decía.

- Terminó usted su carrera en Estados Unidos, algo poco habitual en aquellos años. ¿Cómo fue su experiencia en los Baltimore Bays?

- Muy buena. El Español me quería renovar, pero el presidente, Vila Reyes, me dijo que tenía una oferta muy buena de Estados Unidos. Y decidí probar en los Baltimore Bays. Lo único malo es que los chavales estaban en el colegio, pero al final decidimos ir porque en ocho meses iba a ganar lo que en tres años en el Español.

- ¿Y cómo fue a nivel deportivo?

- Teníamos un equipo muy bueno, con futbolistas de todo el mundo. También estaba Santisteban, el que ha sido seleccionador. Lo peor es que tenías que andar todo el día en avión de un lado para otro y que no entendía ni gorda.

El padre de Andoni Cedrún

- Tras colgar las botas en el Baltimore Bays se hizo entrenador. ¿Tenía claro que quería seguir ligado al fútbol?

- Es que el veneno del fútbol no se te va así como así. Cuando me retiré solo me faltaba un examen para sacar el título nacional y lo saqué enseguida. Empecé en La Cultural para pasar el rato y estar en forma, y luego me llamaron del Barakaldo, que estaba fatal. Terminamos terceros y al año siguiente ascendimos a Segunda. De ahí fui a la Leonesa, con el que también ascendimos, y luego al Logroñés, del que mejor no hablar...

- No diga eso. Hablemos.

- Tenía un buen equipo, pero el comportamiento de los jugadores no era bueno. El problema fue que el presidente era el peor de todos. Se llevaba a los jugadores de juerga por ahí. Me tuve que largar porque no aguantaba.

- De Logroño se fue a Murcia, donde logró su primer ascenso a Primera.

- Sí, pero ahí hubo un tema político que no fue normal. En Irún mataron a unos guardas civiles que eran murcianos y, de repente, se creo un mal ambiente contra mí por ser vasco. De ídolo pasé a villano. Y me largué. Fui al Celta, con el que ascendí y estuvimos dos temporadas en Primera.

- Acabó su carrera en la Balompédica Linense.

-El mejor sitio en el que he estado. Me iba al Peñón, me tomaba mi whiskito y mi huevo duro, y a entrenar, ja, ja. Tuvimos un equipo muy bueno, pero no les interesaba mucho subir.

- ¿Qué sistema de juego le gustaba más como entrenador?

- El 4-3-3. Pero lo que más me gustaba era tener muy bien preparado físicamente al equipo.

-¿El Athletic no intentó nunca ficharlo?

- Cuando entrenaba al Barakaldo se acercaron Panizo y Venancio para ofrecerme ser segundo de Pavic, pero no me gustó la idea.

- Su hijo Andoni siguió sus pasos. ¿Influyó mucho en él?

- Hombre, supongo que algo influiría. Desde niño, cuando salía del colegio, le gustaba venir a entrenar con los equipos en los que yo estaba. Cuando estuvimos en Murcia mejoró mucho, y estando ya en Vigo, todavía más. Garate vino a buscarlo entonces para el Bilbao Athletic.

- Le haría mucha ilusión que su hijo acabase defiendo la portería del Athletic.

- Claro. Pero sabía que en el Athletic tendría problemas porque le iban a comparar conmigo. Hizo un año fenomenal con Iñaki Sáez, pero luego llegó el otro y le quitó.

- Menudo disgusto.

- Pues sí. Me dio mucha pena. Pensaba que iba a poder seguir unos años porque aquella primera temporada estuvo fenomenal. Demostró que era un porterazo. Y mejor por abajo que por arriba, a pesar de su estatura. Era muy valiente y tenía mucha velocidad.

- ¿Le ha quedado esa espina?

- No, espina no, porque Andoni estuvo luego un montón de años en el Zaragoza y fue muy feliz allí. Y mirad, llegó a ser lo que nunca fui yo: campeón de Europa.