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lunes, 27 de mayo de 2013

El Athletic Club (desde mis gafas de pasta) (IV)

Artículo publicado por Lartaun de Auzmendi en jotdown.es

(Al escribir esta pieza no pretendo pontificar, provocar adhesión, empatía, coincidencia, alterar los ánimos, ni siquiera una identificación con el texto. La única razón que me mueve a escribir este artículo es la de poner luz sobre qué es para mí el club de mis amores. Otra luz. Un foco tan válido, o no, como tantísimos otros que durante los más de 114 años de historia se han publicado sobre el Athletic Club. Nada más.)

Un poco de presente

En la primera temporada completa del XXI el Athletic Club decidió dar una segunda oportunidad a Jupp Heynckes en el banquillo. Fueron dos años en los que se estuvo cerca de entrar en Europa pero al equipo aún le faltaba una renovación más profunda y un entrenador con ilusión por su trabajo.

Las dos campañas siguientes fueron del agrado del aficionado. Con el “Txingurri“ Valverde en el banco y una propuesta futbolística atractiva, el equipo quedó quinto y se ganó el derecho a jugar la UEFA. La 2004/05 se comenzó muy bien con aquella goleada a domicilio al Standard de Lieja por 1-7 como hecho llamativo. El equipo fue pinchando hasta acabar fuera de puestos uefos y con Valverde negándose a renovar. Nadie podía imaginar lo que esperaba a la vuelta de la esquina.


Las campañas 2005/06 y 2006/07 helaron la sangre a los seguidores del Athletic. En la primera de ellas se comenzó con un entrenador plano como Mendilibar para terminar sustituyéndole un Javier Clemente en la que iba a ser su tercera etapa en el banquillo. El Athletic Club se salvó de bajar a Segunda en la penúltima jornada al vencer por 1-2 en Riazor. La segunda temporada tuvo a Sarriugarte como jefe hasta que fue relevado por Mané. El drama, esta vez, llegó más allá. Hubo que esperar a la última jornada para derrotar en casa por 2-0 a un Levante que no se jugaba nada en lo deportivo con goles de Serrano en propia puerta e Igor Gabilondo, ambos en la segunda parte. Un partido del que muchos, por lo menos, dudamos. Y es que, tiempo después, el periodista valenciano Vicente Ordaz emitía una grabación sobre una conversación telefónica entre el granota Iñaki Descarga y el rojiblanco Joseba Etxeberria que hablaba por sí sola. La Justicia prefirió mirar para otro lado. Así se cerraba el bienio negro.

La llegada de Joaquín Caparrós a la caseta del equipo resultó muy positiva. Fueron cinco años de equipo sólido, canteranos promocionados y el brillo de dos futbolistas de primera línea: Javi Martínez y Fernando Llorente. No es que el fútbol de Caparrós gustara a casi nadie, pero no se le podía negar robustez y una cierta eficacia. Dos clasificaciones para la Europa League y la disputa de una final de Copa 24 años después son mérito del utrerano y su plantilla. En su haber también hay que destacar su visión para rescatar, de una cesión, a un aparente jornalero del fútbol de bronce llamado Toquero. Gaizka Toquero respondió a la confianza que el míster depositó en él y desde la fuerza de sus armas —alejadas de esa técnica tan ensalzada como único valor hoy en día— fue capaz de dotar al equipo de un corazón y una entrega del nivel de las que mostraron mitos rojiblancos como Belauste, Mauri, Uriarte, Guisasola, Goiko, o Dani. La tan necesaria función de un jugador del Athletic Club con el que el público de San Mamés se pudiera identificar.

Pero llegaron las nuevas elecciones a presidente de la entidad y Fernando García Macua —tremendamente perseguido por socios, aficionados y cierta prensa por no ser nacionalista— pretendía repetir cuatro años más. Para impedirlo, el partido que hegemónicamente ha dominado la sociedad vasca y el club desde la llegada de la democracia puso a sus fontaneros al servicio del aspirante: Josu Urrutia. El excentrocampista de Deusto, además de los avales económicos de una de las constructoras de cabecera del PNV y el apoyo de los batzokis y demás tentáculos sociales, necesitaba un frontman, un entrenador que hiciera que los dudosos acudieran a confiarle su voto. Alguien que fuera lo opuesto a Caparrós y que el solo hecho de pronunciar su nombre generase ilusión a espuertas.

Entran Valdano y Segurola.

Quienes conocen a Jorge Alberto Valdano saben que es un absoluto enamorado de San Mamés. Valdano acude al campo bilbaino varias veces al año, bien por trabajo o por simple devoción. A Santiago Segurola no hace falta presentarle ni medirle su amor por el Athletic Club. Pues bien, Marcelo Bielsa dice no al Sevilla, a la Real Sociedad, al Inter y hasta al sursuncorda porque Segurola y Valdano le convencen para ir a Bilbao de la mano de Urrutia, presumible ganador de los comicios.

Urrutia ganó y comenzó la era Bielsa. Del “Loco” se decía saber poco en un inicio. Que si había dejado tirado al Espanyol hacía unos años para irse a entrenar a Argentina, que si su apodo era por algo, que había logrado aupar a Chile muy por encima de sus posibilidades, que era amigo de Guardiola, que no concedía entrevistas… pequeñeces. ¿Y de fútbol, qué?

De fútbol todo. A Bielsa le costó unas semanas desplegar su libreta y que los jugadores entendieran ese juego preciosista, de imprescindible solidaridad extenuante, un fútbol de rabiosa presión desde el ariete al último de los defensas. Los jugadores aprendieron nuevos caminos, el balón volvía a ser necesario para ganar, el esfuerzo y la generosidad se tornaron indiscutibles. Y así fueron capaces de realizar una brillantísima Europa League, una muy meritoria Copa y una más que aceptable Liga. Los Llorente, Iraola, Javi Martínez, Herrera, De Marcos y Muniain dieron un salto hacia arriba de un par de escalones para dejar boquiabiertos a crítica y público.

Poco a poco se fue sabiendo que las formas de Bielsa no resultaban del agrado de todos, pero el equipo iba como un cohete y merecía la pena. Se disputaron las dos finales de los torneos del KO y si bien las actuaciones en las mismas dejaron mucho que desear, los aficionados del Athletic exudaban alegría ante la tremenda transformación del equipo. “A lo Loco se vive mejor”, le cantaban a Bielsa una y otra vez. Con denuedo, sin descanso.

El rosarino renovó su contrato por otra temporada, y a mediados de julio todos esperaban que las cosas se mantuvieran al nivel de la temporada 2011/12. O que fueran a mejor, que para eso “somos de Bilbao”.

Pero nada de eso iba a ocurrir. Recién llegado de sus vacaciones, Bielsa incendió el verano por considerar que las obras que había ordenado realizar en las instalaciones de Lezama estaban mal e iban con retraso. El proyecto de transformación parcial de Lezama había sido realizado por —oh, sorpresa— la mujer del técnico argentino, arquitecta a la sazón. El matrimonio Bielsa había estado toda la temporada previa viviendo en el Hotel Embarcadero de Getxo y la esposa del “Loco” no quería pasar ni un minuto más allí. Necesitaba un hogar en Lezama. El asunto se le fue tanto de las manos al entrenador que llegó a violentar físicamente al responsable de la obra en un hecho sin precedentes en la historia del club. Mal inicio.

Por su parte, Fernando Llorente y Javi Martínez, recientemente proclamados campeones de Europa, mostraban de una u otra manera su deseo de abandonar el club. Al tratarse de dos casos distintos, necesitan dos tratamientos diferentes.

El navarro, excelente medio centro pese a haber jugado como central con Bielsa, tenía una oferta firme del Bayern de Múnich. Un ofrecimiento que satisfacía, sobre todo, las aspiraciones deportivas del de Aiegi. Durante semanas pidió a Urrutia que le dejara marchar a Alemania por una cantidad sensiblemente inferior a la que marcaba su cláusula. El club, lógicamente, se remitió a la cifra pactada en contrato entre ambas partes. O ponía 40 millones sobre la mesa o no le quedaba otra que permanecer en Bilbao. Hubo tiras pero no aflojas. Los padres del navarro llegaron incluso a pedir un gesto a la entidad de Ibaigane, dejando a Javi en una situación un tanto ridícula para alguien al que se le supone la madurez de un adulto. El caso es que finalmente el club bávaro llegó con el cheque por valor de 40 kilos y Martínez acudió a depositarlo a la sede de la LFP como marca la norma. Se ponía así fin a muchos días de incertidumbre, mal ambiente, peticiones de rebaja y hasta un viaje a escondidas a Alemania para pasar el reconocimiento médico con el club alemán.


A nadie se le puede afear el deseo de mejorar deportivamente, solo faltaba. De hecho, su propia llegada al primer equipo procedente de Osasuna siendo un juvenil tras el pago de la cláusula de 6 millones de euros era exactamente lo mismo, o casi, ya que en aquella ocasión el Athletic Club puso el dinero sin regatear ni desestabilizar el ambiente durante semanas. Llegó, pagó y se lo llevó. En cualquier caso, Javi fichó por la entidad bilbaina para mejorar en su carrera como futbolista. Ahora hacía lo mismo. Se fue, eso sí, algo a la francesa como él mismo reconocería días más tarde desde Múnich. En una rueda de prensa con cara compungida relató su intención de volver pronto a Bilbao y despedirse de todos como una persona educada. Perfecto. La cuestión es que el chico cuyos padres pidieron árnica al Athletic para que pudiera cumplir su sueño bávaro apareció por las instalaciones de Lezama acompañado de varios amigos para, con alevosía y nocturnidad, saltar la valla del recinto rojiblanco y así poder vaciar su taquilla —que ya estaba vaciada por el club— y recoger sus pertenencias. El pastel se descubrió gracias a una información publicada en la web vizcaína de El Desmarque y nadie pudo desmentirla. Ahí acabó la relación de afecto de los aficionados rojiblancos hacia quien con gran valor y destreza había defendido los colores del Athletic durante seis campañas.

El caso de Fernando Llorente, que aún colea, tiene otro perfil. Durante muchos meses, el hermano y representante del ariete campeón del Mundo y de Europa había estado negociando en Ibaigane una mejora y ampliación de contrato cuyo fin señala el 30 de junio de 2013. La directiva del club, tras muchas conversaciones, dijo que no podía subir de cuatro millones y medio netos anuales para el de Rincón de Soto. Urrutia estaba dispuesto a invertir cada año del futuro contrato de Llorente un 10% del presupuesto total del club. Pero Fernando y su hermano pedían cinco millones y medio. Alrededor de un año negociando por dinero para que a mediados de agosto, con la temporada a punto de iniciarse, el representante llamara al presidente alegando que su hermano se quería ir “por aspiraciones deportivas que el club no podía colmar”. Todo un año yendo a por Rolex y ahora pedían perretxikos. Una auténtica tomadura de pelo. ¿O es que acaso el Athletic Club se había deshecho de sus principales activos de la temporada pasada al estilo Valencia o Málaga y ya no podían aspirar a nada? ¿No contaban prácticamente con el mismo plantel que les había hecho llegar a las finales de Bucarest y Madrid? ¿Por qué negociaron tantos meses por dinero si el proyecto deportivo les era insuficiente? Son preguntas que algún día Fernandito (Clemente dixit) podrá responder si tiene a bien. Aun así, Floris (como le llaman sus compañeros de vestuario) siguió y sigue pidiendo su salida del club aunque a diferencia del caso Javi Martínez nadie venga con el cheque que muestre la cantidad íntegra de su cláusula. Por pedir que no quede… y por el camino, mal ambiente en la primera plantilla en la que están hasta la coronilla de Llorente.

Mucho se ha escrito sobre si el club le tendría que haber vendido en verano o ahora en invierno. Cualquiera de las posturas tiene sus pros y sus contras y son claramente defendibles pero desde mi punto de vista —que puedo compartir o no— Urrutia ha querido marcar un camino para futuras peticiones de jugadores clave o canteranos con buen cartel. Quien juega en el Athletic sabe que puede hacerlo hasta que se retire en muchos casos. La inversión en los jugadores es grande, se les paga muy bien y tienen la titularidad casi asegurada. Además, el caladero en el que puede pescar el club para poder competir es voluntariamente estrecho. Por eso, creo que el mensaje a navegantes está siendo nítido: “Si te quieres ir algún día, por la razón que fuera, que sepas que nosotros respetamos los contratos y pedimos que se respeten. O traes hasta el último céntimo o vas apañado”. Más o menos.

La temporada, casi perdida con la eliminación de Europa y Copa, queda para ver si más temprano que tarde el equipo consigue alejarse de los puestos de peligro y se salva para el mes de marzo o abril. Cualquier pensamiento en luchar por clasificarse para Europa es ahora mismo poco menos que una quimera. No han sido solo los casos de los futbolistas que han querido salir, el mismo Bielsa está siendo un generador de ruido sobre todo interno. Es de sobra conocido que la plantilla está harta de sus métodos, sus caprichos y la rigidez con la que funciona en el día a día. Y eso se nota, vaya que si se nota. El equipo no juega ni parecido al año pasado, el compromiso pétreo de la temporada anterior no aparece por ninguna parte. Las alineaciones no parecen tan equilibradas y continuistas como las de la campaña anterior. Javi Martínez se fue, Llorente ya ha anunciado que se va en junio y casi nadie duda que Bielsa tiene fecha de caducidad coincidente con la de Llorente.

El caso de Fernando Amorebieta, el sobrevalorado central internacional venezolano, es otro de los granos con los que cuenta ahora el club; si bien menor. El central, cuyos defectos relucen mucho más que sus virtudes en el campo, se ha descolgado con una petición millonaria para renovar. El Athletic Club, en una decisión que no alcanzo a comprender ni lo más mínimo, le ofrece dos millones limpios por año. Una barbaridad por alguien que no es capaz de hacer un año, ni siquiera uno, al más alto nivel. De ahí que Bielsa haya colocado como titular a un chico francés de la cantera de 18 años y que responde al nombre de Aymeric Laporte. Y ciertamente no desentona más que Amore.

Mientras tanto, el último jugador realmente especial salido de Lezama, Iker Muniain, se encuentra con la moral por los suelos según se dice. Muniain es un extraordinario jugador al que quizá la cabeza no acompañe tanto, pero que podría llegar a marcar una época en el equipo si se centrara y quisiera crecer. Podríamos estar ante un fenómeno del calibre de Julen Guerrero si explotara pronto. Pero aún es un melón parcialmente por abrir; dependerá, sobre todo, de él ponerse las pilas y decidir quién quiere ser. Porque si quisiera, marcaría una época en el verde de San Mamés Barria.

No quisiera dejar la labor de Josu Urrutia de lado. El que fuera notable jugador rojiblanco en los noventa, no parece preparado para la labor que implica presidir una institución como el Athletic Club. Pondré un ejemplo para hacerme entender. Cuando se hicieron públicas las dos grabaciones de la charla privada de fin de curso de Bielsa, el club tardó en salir a la palestra. Siendo muy graves las filtraciones —que no el contenido de las mismas— Urrutia despachó el asunto en rueda de prensa con un “ni las he oído ni las pienso oír”. Solo caben dos opciones ante esas palabras. La primera, y más probable, es que el presidente mintiera. Mal. La segunda, e improbable, que estuviera declarando que un asunto de tamaña gravedad le importaba un comino al máximo dirigente del club. De locos.

Corolario

Creo firmemente que el club de mis amores es algo muy especial. No digo que sea mejor que cualquier otro, de verdad. Solo quiero dejar claro que para alguien que como yo lleva viendo partidos del Athletic desde hace 35 años, su planteamiento , su filosofía, su representatividad, lo hacen único pero no mejor.

En las últimas décadas hemos sufridos algunos altos y muchos bajos, lo sé. Pero a mí eso me preocupa relativamente. Lo que yo le pido al Athletic Club es seriedad, compromiso, que compita, respeto por los más de 114 años de historia que le contemplan y que los cambios de rumbo —si los hubiere— los decida directamente el dueño que no es otro que el socio. Solo así las dificultades lógicas derivadas de la auto elegida forma de ser podrán ser combatidas de la mejor manera posible. Y si algún día caemos al pozo de la segunda división, que sea siendo el club que hemos sido durante tantísimos años. Una institución que representa algo más que un equipo que juega al fútbol todos los domingos, el Athletic Club. Como dijera L’Equipe en su día: caso único en la historia del fútbol mundial.