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martes, 28 de mayo de 2013

El rugido de San Mamés te mueve para crecer

Artículo publicado por Macu Briones en marca.com el 24/05/13

La sombra de Iribar es tan alargada que desde que su retirada hace 33 años, San Mamés suspira por encontrar un digno sucesor. Mito y leyenda viva de la historia del Athletic


Su imponente planta, su colocación y serenidad entre los palos y su peculiar indumentaria de color negro, en honor a su ídolo, Lev Araña Negra Yashin, convirtieron a El Chopo, durante 18 años, en el portero con mayúsculas del club rojiblanco.

Pregunta. ¿Cuando San Mamés sea ya historia, le va a doler el corazón a Iribar?
Respuesta. Ya estoy notando que el corazón me palpita. Me voy mentalizando, pero todavía no me lo creo, no me hago a la idea del cambio. Pero por suerte, el traslado no va a ser traumático porque el campo está al lado y vamos a adaptarnos todos fenomenalmente al nuevo estadio.

P. Caminar hacia la portería de Misericordia, ponerse entre los palos y ver las gradas llenas. El rugido de La Catedral.
R. Es una sensación inmejorable. Cuando San Mamés ruge, sobre todo en los partidos importantes, que han sido bastantes, esa sensación es la que te mueve para crecer futbolísticamente y como persona.

P. Su debut con el Athletic fueron unos minutos en Málaga. Pero seguro que su primer partido en San Mamés lo supera.
R. Fue inolvidable para mí . Además de jugar con mi equipo en San Mamés, que es un sueño, que fuera contra el Madrid ensalza un debut. En aquel equipo estaban Di Stéfano, Puskas, Amancio, Gento, que ese día no jugó, pero estaba Manolín Bueno. Ganaron 0-1 con un penalti inexistente porque la falta fue al borde del área pero bastante fuera, con el correspondiente escándalo. La gente estaba tirando almohadillas y no le dejaban tirar a Puskas. Yo, un ingenuo chaval debutante, fui hacia él, un jugador que junto a Di Stéfano estaba considerado de los mejores jugadores del mundo, y le dije que lo tirara fuera porque si no aquello iba a ser interminable. Y él con mucha sorna y con media sonrisa me dijo: "Sí, hijo puta". Aquello me chocó, pero Amancio y compañía me dijeron: "No te preocupes, esa es la primera palabra que ha aprendido y a todo el mundo le saluda así". Aquello me tranquilizó. Además, luego tuve una gran relación con él, dentro de que éramos rivales en el campo.

P. San Mamés dejará de existir pero el arco puede seguir estando presente. ¿Qué le gustaría que se hiciera con él?
R. El arco es parte de Bilbao. Me gustaría que se quedara en algún lugar bien visible.

P. Ganar la Liga parece lo máximo ahora, y en cambio la Copa parece una competición algo devaluada. Pero usted que ganó dos, seguro que no lo cambia por nada.
R. En aquella época teníamos mucha responsabilidad porque la gente nos pedía algún trofeo. La primera Copa que gané fue al tercer intento y hasta que no la ganamos nos sentíamos un poco presionados. Fue un alivio y una gran alegría. Y para mí, personalmente, ganar mi primera Copa era soñar con todo lo que podía venir después con el recibimiento de la afición y todo lo que rodea al Athletic.

P. Con 614 partidos a sus espaldas puede resultar difícil elegir, pero dígame un partido que recuerde con especial cariño.
R. Es muy complicado, pero a bote pronto se me ocurre el 5-0 al Madrid en el año 70. Aquello se te queda grabado porque es un resultado atípico y difícil y, además, ese año hicimos una temporada magnífica. Fuimos segundos y no ganamos la Liga por un pelo.

P. ¿Y el que más amargura le produjo? ¿Quizá la final de Copa del 77?
R. Sí, porque aquel año jugamos muy bien y la final contra el Betis en el Calderón fue un mazazo. Fue un partido extraño y atípico, porque acabó en penaltis y tuvimos que tirar 19 para decidir el vencedor. Esnaola, -al que desde aquí mando un abrazo porque se retira y le van a hacer un homenaje-, me detuvo el último penalti y me marcó el gol definitivo. Fue un mazazo, tanto para el equipo como a nivel personal.

P. Como técnico le tocó dirigir al Athletic en una temporada especialmente difícil, la 86-87 ¿La recuerda así?
R. Fue complicada pero ilusionante para mí porque ser entrenador del Athletic es un honor. Sabíamos que íbamos a tener dificultades porque era una temporada de transición después de las dos Ligas y la Copa. Los dos jugadores más significativos de la época, Zubizarreta y Julio Salinas, se marcharon, y además, acababa de entrar la Ley Bosman, lo que significaba un reto para nosotros. Fue un año agridulce porque comenzamos muy bien, incluso le ganamos 2-4 al Madrid. Pero luego las lesiones de jugadores importantes mermaron el equipo y terminamos jugando aquel playoff que se inventó el señor Irigoyen, presidente del Cádiz. Pero me quedo con lo bueno.