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jueves, 30 de mayo de 2013

San mamés, un hogar en la Grada Norte

Artículo publicado por Arkaitz Aramendia en el diario Deia el 30/05/13

En 1981, José Ángel Arandia tuvo que decir adiós a su casa debido a la ampliación de San Mamés


Con motivo del Mundial de 1982, cita de enjundia en la que San Mamés fue, junto con el José Zorrilla, sede de los partidos correspondientes al grupo D, La Catedral maquilló su silueta. Se modernizó para dar cobijo a un evento deportivo de primer nivel que trajo consigo la ampliación de las medidas del terreno de juego y la construcción de nuevos accesos al campo, entre otras cosas. Obras que permitieron incrementar en 5.000 el número de socios rojiblancos -entonces en torno a los 25.000- y que ocasionaron, como si de fichas de dominó se tratara, un hecho que ha quedado relegado a un segundo plano con el transcurrir de los años. Y es que aquellas remodelaciones que experimentó el fortín rojiblanco por valor de 700 millones de pesetas provocaron que numerosas familias residentes en las inmediaciones de San Mamés tuvieran que cambiar de hogar.

Uno de los vecinos afectados por aquellas obras encaminadas a ampliar La Catedral fue José Ángel Arandia, Xebe (Bilbao, 1974), empleado de la Santa Casa de Misericordia de Bilbao desde 1996 y secretario de la agrupación de peñas del Athletic. "Yo solo tenía siete años, pero todavía me acuerdo de cómo era la casa, de que vivíamos en la última planta, de que había jóvenes que trataban de subir al tejado para ver los partidos y, sobre todo, del día que tuvimos que irnos; fue el día de San Juan de 1981", apunta, preso de la nostalgia, Xebe, quien tras el derribo del edificio en el que completó sus siete primeros años de vida, encontró acomodo con sus padres en el barrio de Rekalde.

Un traslado que tuvo lugar después de días, semanas y meses de incertidumbre entre los vecinos de aquel inmueble situado en el número 5 de la calle Felipe Serrate, a escasos metros de la zona que ocupan actualmente las taquillas de San Mamés. "El edificio en el que vivíamos antes de que fuese demolido tenía almacenes en los bajos y pertenecía a la Casa de Misericordia, donde también trabajó mi padre y donde vivían tanto empleados como profesores; éramos cerca de 27 familias, ya que no todos los pisos estaban ocupados y recuerdo que mis padres pasaron por momentos de inquietud al no saber qué iba a pasar y dónde podríamos ir a vivir tras el derribo", confiesa José Ángel antes de recordar que, finalmente, por derribar aquel inmueble, el Athletic dio un dinero a La Misericordia e indemnizó a todos los vecinos, posibilitando así que las familias afectadas pudiesen afrontar con solvencia la búsqueda de un nuevo y acogedor hogar en el que continuar con sus vidas.

"Cada familia se fue a vivir a un lugar diferente, pero yo aún mantengo relación con algunos de ellos e incluso trabajo en La Misericordia con una de aquellas vecinas; han pasado 32 años, pero cuando nos vemos solemos recordar aquella época y sentimos nostalgia", reconoce José Ángel, quien vive con una mezcla de pena y melancolía los días previos al cierre definitivo del viejo San Mamés, donde antaño estuvo ubicada su casa: "Para mí es una pena porque ya no podremos sentir que vivimos dentro de La Catedral, pero por suerte pude despedirme el pasado domingo del campo y cumplir hace unos meses el sueño de ver un partido con mi mujer y mi hijo; fue esta misma temporada, ante el Valencia, y pude completar así el relevo generacional, ya que cuando era pequeño era con mi padre e incluso con mi madre con los que iba a San Mamés".

En honor a Iribar

No en vano, tal y como reconoce el propio José Ángel, su padre poseía un sentimiento Athletic tan profundo que optó ponerle el nombre en honor a Iribar, circunstancia que, con el transcurrir de los años, ha derivado en una anécdota. "Yo lo hice sin querer, pero mi hijo, que cumple hoy tres años, se llama Markel y el mayor de los tres que tiene Iribar también se llama Markel; es pura coincidencia, pero resulta llamativo y especial", apunta entre sonrisas Xebe, quien aún recuerda con alegría y ternura sus charlas con Canito cuando trabajaba en el jardín de La Misericordia.

Un amor hacia el Athletic al que se abraza para mandar fuerzas y ánimos a otra aficionada rojiblanca llamada Mari Carmen, miembro de la Peña Rojiblanca de Bargolla de Segovia y presa de un delicado estado de salud. Y es que, además de haber luchado junto con la Peña Deusto en pos de la supervivencia del arco de San Mamés, Xebe posee ese gen Athletic imposible de destruir.

Un arraigado sentimiento en rojo y blanco que heredó de su padre y que pasea con orgullo allá por donde va mientras trabaja en La Meca. Un lugar que antaño estuvo muy unido al Athletic a través de las donaciones procedentes desde Ibaigane y que ahora vive momentos complicados. Similares, salvando las distancias, a los que vivió José Ángel en las semanas previas a aquel día de San Juan de 1981, cuando tuvo que cambiar de casa, pero "no de colores" ni sentimientos; algo innegociable para un bilbaino que disfrutó de un hogar dentro de las aún intactas entrañas de San Mamés.