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viernes, 24 de enero de 2014

Leguineche y el cromosoma del Athletic

Artículo publicado por Santi Segurola en el diario Marca el 23/01/2014


Detrás del formidable periodista que fue Manu Leguineche, fallecido ayer a los 72 años de edad, se encuentra un universo singular de curiosidad, amor a la profesión, vocación por la aventura, independencia, rigor y el hedonismo necesario para distanciarse de su fama, disfrutar de la vida y no caer en el desastroso peligro de la vanidad. No hubo guerra o conflicto que se escapara a su mirada. Para un hombre que alcanzó todos los rincones del planeta pertrechado con un entusiasmo y una fe indescriptibles en el rédito social del periodismo, todo pasaba por el placer: por la vida, por la profesión, por los amigos y por todo aquello que evitaba la solemnidad y procuraba el disfrute.

Extraordinario autor de toda la variedad posible de crónicas, reportajes y libros, Leguineche abarcó el periodismo con una sensibilidad insuperable. Hace un año, la editorial Capitán Swing reeditó Los Topos, un libro que debería figurar en las bibliotecas de todas las escuelas y universidades españolas. Lo escribió junto a Jesús Torbado, compañero en tantas aventuras. El libro recoge los testimonios de dos decenas de militantes republicanos que permanecieron escondidos durante 30 años, hasta el decreto de amnistía que emitió el franquismo a finales de la década de los 60, pero que salieron al fin de su cautiverio. Leguineche y Torbado recogieron su testimonio palabra por palabra, con un rigor emocionante, sin permitir un gramo de sentimentalismo y demagogia.

La reedición de Los Topos se puede interpretar como el último y merecidísimo homenaje a Leguineche, a quien conocí en otra faceta indispensable de su vida: la de hincha del Athletic. «Hasta la muerte», solía decir para referirse a su vinculación emocional con el equipo de su tierra. Nacido en Beléndiz, un diminuto enclave integrado en el municipio de Gernika, la infancia y adolescencia de Leguineche coincidió con los éxitos de la memorable generación integrada por Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza.

Muchos años después, con motivo del centenario del Athletic, en 1998, Leguineche nos convocó a Patxo Unzueta y a mí para trazar algo parecido a un libro de memorias rojiblancas. Acudimos durante una semana a su domicilio madrileño, frente al campo de Vallehermoso, para acumular nuestros recuerdos y trasladarlos a un libro que se tituló Athletic 100, Conversaciones en La Catedral.

En mi caso, fue una experiencia maravillosa. Aquel coloso del periodismo dejó decenas y decenas de anécdotas, algunas desternillantes, como la que ocurrió en la víspera del bombardeo de Bagdad, en 1991. Ante el asombro de Leguineche, instalado en el hotel Melia Mansour, dos integrantes de un grupo musical bilbaíno aparecieron en el hotel para pedirle un consejo asombroso: cómo encontrar la manera de entregar una camiseta del Athletic a Saddam Hussein.

Así eran muchas de las historias de Manu Leguinetxe, el periodista que encontró su primer frente de guerra cuando era un chaval. Trabajaba para el semanario bilbaíno Gran Vía y tenía el valor suficiente para acercarse y pedir una entrevista a los Di Stéfano, Gento y compañía. Decía que así empezó a curtirse. Lo comentaba con una indisimulada afición por el fútbol, que en el caso del Athletic alcanzaba el grado de pasión enfermiza. No hubo lugar del mundo, ni guerra, que le impidiera buscar el resultado a través de la onda corta.

Admirador de Panizo, en gran medida por la influencia de su padre, Leguineche definió al gran interior de una manera poética: «Era Menuhin, con dos Stradivarius en las piernas». Luego añadió: «Ahí queda eso. A ver si lo mejoráis». Imposible de mejorar, desde luego. Ni valía la pena intentarlo. Para todos los que tuvimos la fortuna de coincidir con él, ya era suficiente con disfrutar de su amistad, de su magnífico humor y de su magisterio.