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viernes, 29 de abril de 2016

Los récords de Zarra

Artículo publicado por Emmanuel Ramiro en www.kaisermagazine.com el 27/11/2014

Hay gestas que no se superan. Ni siquiera se igualan. La ecuación es simple: no hay fórmula que descifre el valor de los pioneros. Ese es el lugar que ha ocupado desde hace más de seis décadas Telmo Zarraonandia Montoya. Un delantero al que se le caían los goles del bolsillo y cuyo recuerdo hemos desempolvado estos días en las que las bases de datos y los libros de historia reclaman una actualización.

Hablar de goles a Zarra (o a Messi) tuvo que ser algo similar a debatir de la lluvia con Noé. Una forma muy simple de esbozar y limitar su figura. Porque los goleadores esconden algo más que un par de cañones por piernas, algunos llegaron a ser la mejor cabeza de Europa tras Churchill, y ese símil viendo el nivel de los políticos contemporáneos resulta hoy irrepetible. Gracias a la testa hizo buena carrera Zarra, no solo por los goles que con ella consiguió, sino por lo bien amueblada que la tenía en un fútbol que transitaba del amateurismo a un incipiente deporte de masas. En una familia de 10 hermanos, cinco de ellos fueron varones y cuatro se hicieron futbolistas. Ninguno de ellos alcanzó la fama y los éxitos de Telmito el miedoso, como se le conocía en el barrio de Ansúa en Erandio donde creció. Aunque uno de esos récords lleve la firma familiar de los Zarraonandia Montoya. Si Telmo fue seis veces máximo goleador de la Liga, su hermano Tomás, portero del Arenas de Getxo consiguió en la temporada 30/31 ser el portero menos goleado. Pichichi, uno y Zamora, el otro, en años diferentes, eso sí. Algo que ninguna familia ha vuelto a repetir.


Son algunos de los hitos que magistralmente ha destapado Lartaun de Azurmendi en este magnífico post publicado en Perarnau Magazine. Pero hay más. Hay un homenaje en el Bernabéu del que no puede presumir ningún rival que no haya vestido nunca la zamarra blanca. Ocurrió el 29 de abril de 1954, cuando se acercaba su ocaso y la titularidad había dejado de ser su fiel compañera de los domingos. Todos los clubes contribuyeron con sus mejores hombres y al coliseo merengue saltaron los Di Stéfano, Gaínza, Biosca, Kubala, César, Basora, Puchades, Eizaguirre, Venancio, Wilkes… toda una constelación de estrellas que nos habla del respeto de otra época, de los tiempos en que el fútbol era más juego que negocio. Ya entonces la política ponía sus ojos en el balompié y el General Moscardó, delegado nacional de Deportes, redactó en noviembre de 1953 un oficio a la Federación para que se le organizara dicho homenaje.

En el terreno de juego un killer del área como él, dejó también otros momentos inolvidables, por lo generoso, por lo antinatural de su puesto, donde el egoísmo es la mayor de las virtudes. La clase personal de Zarra pudo observarse en varios campos de España. En Málaga mandó un balón al limbo cuando su Athletic empataba a dos con los malagueños. En el salto previo había saltado con Arnau, defensa del equipo boquerón que tras caer mal se lesionó. El delantero se dio cuenta de la situación y a pesar de estar solo frente al portero se olvidó del gol. Aquello le valió al ariete vasco la insignia de oro y brillantes de la entidad andaluza. No sería el último. La escena se repitió en Riazor, cuando el central deportivista Enrique Ponte cayó desplomado tras chocar bruscamente contra Telmo. El balón volvió a quedar en segundo plano a pesar de estar al borde del área y corrió en auxilio del rival. El público gallego aplaudió la nobleza del delantero y la entidad blanquiazul le condecoró al día siguiente con el botafumeiro de plata como reconocimiento a su gesto. Esos reconocimientos no se los superará nadie.

Quizá en un guiño a su generosidad y a su figura inmensa, el diario Marca instauró un premio en su honor. Fue tras su muerte en febrero de 2006. Desde ese año el mejor goleador nacional en el Campeonato Nacional de Liga es condecorado con el Premio Zarra. Un premio que honra la memoria de un jugador cuya gran habilidad estaba en los pies, de regate fino y adelantado a su tiempo, aunque haya pasado a la historia como un gran rematador de cabeza.

Son pocos los que pueden presumir de tener un trofeo con su nombre, algún que otro coetáneo de su época, de ese fútbol de otro tiempo, de ese juego que ya no volverá. Conociendo su personalidad y su carácter dentro del terreno de juego podría sorprender a algunos que un jugador de esta altura ética y moral hubiera sido expulsado en alguna ocasión. Pues lo fue, aunque claro, de manera injusta:

Aquello supuso el mayor disgusto de su carrera deportiva. Corría el minuto 86 y su equipo se quedaba con uno menos por una broma mal entendida. Fue la primera y única vez que vio una cartulina roja, aunque afortunadamente su equipo terminó imponiéndose al Valencia (3-2) y levantando una nueva Copa.

Fue ese el torneo fetiche del Athletic y de Telmo. El delantero rojiblanco como capitán del equipo era el encargado de levantar la Copa (entonces del Generalísimo) y cuenta la leyenda que en cierta ocasión Franco se despidió de él en pleno palco con un clarividente: “Nos vemos el año que viene”. En ese torneo encontramos también otro de los récords de Zarra. Sus 81 goles en el torneo del KO resultan hoy una cima inalcanzable para cualquiera, a pesar de las innumerables rondas previas. Los devorarecords de hoy miran con cierta desidia y desapego a la Copa, un torneo que ha perdido la magia que tuvo, sobre todo, para los grandes equipos.

No entendía Zarra de torneos menores. El ariete vasco no regalaba nada en los amistosos. Ni siquiera aunque los que estuvieran en frente fueran sus propios compañeros. Eso sucedió en Ceuta, donde Telmo había realizado el servicio militar y su Athletic disputaría por suelo africano un mini gira. Allí jugó contra el Automovilismo Tetuán y los rojiblancos se impusieron por 1-3. Zarra hizo tres goles, dos para el Athletic y el gol del honor del Tetuán, ya que el ariete jugó una parte con cada equipo. La historia era de sobra conocida para el delantero que no perdonó ni uno solo de sus debuts. Y es que Zarra marcó en su estreno en Liga, en Copa, en la Copa Eva Duarte (antigua Supercopa), en su primer partido oficial con la Selección y en su estreno en un Mundial. Récords y gestas que perdurarán en el tiempo por mucho que le hayan bajado un escalón entre los goleadores de nuestro fútbol.